Hoy vamos hablar de una noticia que sucedió hace siete años, donde Inmaculada Echevarría
llevaba enferma de distrofia muscular desde los
once años, enfermedad que con el paso del tiempo la provoco una tetraplegia que
la dejo en cama a los treinta y un años de edad.
Ella misma, solicitó a la Junta de Andalucia, en
concreto al Comité Etico de Andalucia y al Consejo Consultivo, el derecho a morir dignamente.Tras mucha lucha y de tener que cambiar de hospital donde estuvo viviendo durante diez años, ya que tras la aprobación de su petición, la ética y la religión entraron en juego, optaron por el cambio de hospital. A las pocas horas de llegar fue desconectada de la máquina que la mantenía con vida, moriría sin dolor.
NOTICIA
Inmaculada Echevarría, una vida en una cama
Era su deseo y finalmente se ha cumplido.
Inmaculada Echevarría, de 51 años, quería que se desconectase el
respirador que la mantenía con vida desde hace nueve años y así lo hicieron los médicos la noche del 14 de marzo. Llevaba 20 años postrada en una cama por una distrofia muscular. Una larga y polémica lucha que incluso le llevó a dar a su hijo en adopción a los ocho meses.
La vida de Echevarría tuvo momentos difíciles. Con sólo 11 años le
diagnosticaron la dolencia que después la dejaría tetrapléjica. Más
tarde, su marido murió en un accidente de tráfico. Tras ello, tuvo que dar en adopción a su hijo, y sólo volvió a verle más de 20 años después.
Pese a todo, Inmaculada se aferró a la vida. Confesó
que desde los 29 años tuvo claro que quería morir, aunque hasta el
pasado 20 de noviembre no lo solicitó oficialmente. Y el Comité Ético de
la Junta de Andalucía y el Consejo Consultivo lo autorizaron,
en una decisión histórica. Este último organismo dictaminó el pasado 28
de febrero que su caso era una limitación del esfuerzo terapéutico
negativa y "adecuada a derecho", por lo que consideró que la actuación
de los profesionales sanitarios que procedieran a la desconexión del
aparato de ventilación mecánica no podía considerarse "punible". La
'muerte digna' que reclamaba estaba ya un poco más cerca.
"El milagro más grande y lo mejor que me ha podido pasar", en sus
propias palabras. También una decisión polémica, por mucho que
Inmaculada reconociese que su vida era "todo lo peor" y
que había que "respetar su voluntad". En realidad, lo que solicitó no
fue "un rechazo de tratamiento", un derecho reconocido en la Ley
española de autonomía del paciente.
Su hijo se ha manifestado en contra de la decisión de su madre, una
postura en la que se han posicionado también diferentes miembros de la
Iglesia Católica. El cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo
Vallejo, se manifestó "abiertamente en contra de todo tipo de pena de
muerte, tanto la legal como la autoadministrada".
De hospital en hospital
Inmaculada no pudo morir en el centro en el que vivió los últimos
diez años, el Hospital San Rafael de Granada, ya que tras la aprobación
de su petición, la ética y la religión entraron en
juego. La orden de San Juan de Dios, que regenta dicho hospital, optó
por el traslado a otro centro, al parecer, por la presión de ciertos
sectores religiosos contrarios a la decisión.
Finalmente, trasladada al hospital San Juan de Dios de la misma
ciudad, fue desconectada de la máquina que la mantenía con vida tan sólo
unas horas después de llegar. El miércoles 14 de marzo, a las 21.00
horas, moría sin dolor. Varios meses antes, en octubre, denunciaba la "soledad, vacío o opresión" de su vida.
Había perdido hasta la musculatura de la cara y la lengua. Podía
hablar con dificultades. Se sobrepuso a todo para enfrentarse incluso a
su propio hijo, de 26 años, que cuando conoció la decisión de Inmaculada
se ofreció a cuidarla en su casa de Zaragoza para intentar evitarlo. El
deseo de morir y acabar con su sufrimiento lo superaba todo. Antes de la desconexión sólo se despidió de sus amigos más íntimos.
El testamento vital de Inmaculada Echevarría se ha cumplido finalmente, de forma legal.
Su marcha quizás siente un precedente para otros casos similares de
enfermos que reclamen, como ella hizo, una muerte sin dolor.
Noticia de "El Mundo" 15/3/2007
Rebeca Pérez Moreno y Patricia Pinto Llorens
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